Memorias de un pésimo escritor (II) – Extractos perdidos – 1991

Hay una reseña muy especial. Aquí tengo un recorte del artículo semanal de Robert K. Steelman, el crítico del Yorker News entonces.

«Cuando la literatura se convierte en hedor

El inefable Arthur Leonidas Wade escribe para hacer vomitar al lector que espera pasar un buen rato gracias al minoritario y sano ejercicio de la lectura. Con su última creación (por llamarlo de alguna manera) demuestra que cualquier ameba que sepa juntar letras es capaz de escribir algo parecido a una novela y que se la publiquen en la Costa Oeste. Su retórica infantiloide se confunde sobremanera con la torpeza con la que teje tramas tan extremadamente absurdas que ni siquiera el Stephen Jackett de sus peores tiempos en la secta de Los Próceres Iluminados se atrevería a plantear. Los personajes son irreales y los diálogos estúpidos, rozando lo grotesco hasta límites insospechados. Agrede al humor con la peor de las obscenidades, superando por mucho al más extravagante Benny Hill. ¿En qué estaría pensando su editor para publicar tal sarta de heces literarias corruptas por la sinrazón total? Por el bien de los lectores norteamericanos y del resto del mundo (que nos odiará más aún si leen esta bazofia infumable), Wade debería plantearse continuar su carrera desde dos perspectivas posibles: primera, reflexionar sobre la razón por la que escribe, que aún no parece tener muy clara; y segunda y relacionada directamente con la primera, dejar de atormentar y hacer perder tiempo y dinero a personas decorosas e inocentes que no desean suicidarse antes del Festival de la Belleza Canina de Arkansas. Nuestra calificación es: nada, no existe para esta cosa llena de páginas y letras».

La gran autoridad gremial del depravado Steelman provocó una ola de críticas poco favorables sobre mi segunda novela. Estas críticas causaron un gran impacto en los lectores al otro lado del país y, consiguientemente, en las ventas. Frank G. Court, del LA Voice:

«Repugnante.»

Así ejecutó mi trabajo el bueno de Frank. Tan rápido como el chasquido de un músico de jazz. Ni siquiera se atrevieron a mostrar la portada de mi libro. Fue peor que una crítica repleta de insultos: una tremenda desconsideración hacia un autor que había vendido al menos cien mil ejemplares en toda California de Buick rojo, perro azul.

Steelman y Court fueron las dos gotas principales que expandieron su onda sobre el charco del país y allende el Atlántico. La dama y el aligator Bob supuso un auténtico fracaso editorial. Y peor aún, en ventas. A pesar de todo, confiaba en resurgir de mis cenizas cual ave fénix y volver a la senda de éxito con mi siguiente novela, cuyo argumento aún está en el éter.

Curiosamente existieron ciertos sectores intelectuales elitistas que no estuvieron del todo de acuerdo con las tesis promulgadas por, entre otros muchos, el ínclito Steelman y el eternamente malhumorado Court. De hecho, todavía guardo algunos recortes ciertamente favorecedores de mi segunda obra que algún fan me enviaba por correo (y por triplicado a mi editor) para recordarme lo bien que lo había hecho. La dirección del remitente era el de un centro psiquiátrico de Sacramento.

El siguiente artículo lo he considerado siempre el más destacado de todos. Se trata de la referencia de Literatus Today, una publicación de distribución universitaria especializada en literatura actual, sobre todo en los nouveaux auteurs.

No hay que ser un lince para darse cuenta de que les encantaba colocar a todo escritor del momento en alguna de las nuevas escuelas que ellos mismos se encargaban de crear. Promovieron sin gran éxito movimientos tales como «Nouveau Fluxus postacadémico», «Enfants und Achtung II!» (durante los cuatro primeros días de marzo de 1986 se desarrolló el «Enfants und AchtungI!», pero acabó obsoleto), «Quixoterism prosaico elevado» o el bastante famoso «Le petit Puppy Style», también conocido como «Puppy mots».

El estilo de redacción de las críticas literarias en Literatus Today era, cuanto menos, distinto al resto:

«Opus Literatus LXVIII de la semana:
Leonidas Spartanus Wade ― La dama y el aligator Bob
Cicnus Johnson, Santa Monica, LA
Damas y camellos, con todos ustedes, el Almacohibida. XXXXXXXXXX.Amor locuaz, témpanos de hielo absorto en enjambres de mafia.Sucio, CULO sucio.Cóleras atribuidas a extraños en el tiempo. Sinfín, monarquías europeas atraviesan clítoris y gangrena.Asuntos llenos de sangre vaginal.555―9846735.Les frères du roi sont morts.Vive le roi! Wadediosreinalolipopprepucioarcángel.Vida y muerte.Penetración anal, presidente Lord Byron, danos tu luz.Haz de luz,ecos del gangsterismo.Putas reputas recorren las calles de la religión.
Calificación:cúspide 6―orgasmo diluyente.»

Tuve que convencerme a mí mismo, tras algunas visitas posteriores a la consulta de mi psicólogo, de que esto no era sino una crítica favorable de mi novela.

Si bien, el infortunio se extendió más allá de mi propia carrera. La desdicha se cebó con quienes me apoyaron en momentos tan difíciles. Lamentablemente dejaron de publicar Literatus Today dos meses después de salir La dama y el aligator Bob. Fue una pena. Creo que esa gente llegó a comprender a su manera la esencia oculta de mi obra. Con la desaparición de Literatus Today[1], ya no disponía de casi ningún medio afín a Arthur Leonidas Wade. De todas formas, no me di por vencido tan pronto. No me habían educado así. Quizá debería haberlo hecho mucho antes.

A las tres semanas de publicarse el libro y todas las críticas gracias a las cuales no llegué a ser invitado ni siquiera a limpiar los váteres de un correccional, recibí una llamada telefónica del mismísimo presidente de Square & Jones, Henry Fontana.

Henry era amigo de mi padre desde que éste le salvara el culo (literalmente) en la Segunda Guerra Mundial, por lo que su relación era casi fraternal. Además, era dueño de S&J, la misma que me había adelantado ciento cincuenta mil dólares por escribir La dama y el aligator Bob y por objetivos de venta: quinientos mil ejemplares. Creo que no llegaron a los doce mil ciento cuarenta y dos, la mayoría comprados en Corea del Norte por el propio gobierno para alentar moralmente a sus hordas con la consigna de «el comunismo ha vencido: aquí tenemos la prueba de que los demonios capitalistas del mundo occidental están en pura decadencia». En cuanto a los ciento cincuenta mil dólares, me quedaba en el banco lo suficiente para comprar, aproximadamente, medio paquete de Lucky Strike.

______________________

[1] Su director, el mismo Cicnus Johnson que elogió mi obra, fue detenido por escándalo público al intentar sodomizar a un cisne en medio de una plaza llena de niños. En su defensa, hay que señalar el hecho de que iba disfrazado de su personaje mitológico, el hijo del rey Esténelo. Y una careta de Pol Pot. Nadie había visto nunca a un cisne hacer eso a otro cisne, ni nada parecido. Aquellas familias jamás lo olvidarían. (N. del A.)

Este hecho ocurrió durante un festival de arte contemporáneo llamado «Fluxus, allez fluxus», organizado por los la Fundación de Amigos Finlandeses del Happening y Otras Expresiones Culturales (la conocida FAFHOEC). (N. del T.)

CONTINUARÁ…

Un pensamiento en “Memorias de un pésimo escritor (II) – Extractos perdidos – 1991

  1. Pingback: Memorias de un pésimo escritor (I) – Extractos perdidos – 1991 | Hail The Mule!

Deja un comentario